viernes, 19 de noviembre de 2010

Camino a Londres (III): ¿A la enésima irá la vencida?


Tomas Berdych, o el pasajero inesperado. Siempre que comienza una temporada, decenas de nombres propios aparecen elevados a los altares por el populacho, impaciente siempre de nuevas caras. Los hay que suenan año tras año y la mayoría se quedan en eso, en vulgar sonido de campanillas a la espera de un buen resultado que les haga repicar como todo un Big Ben o, al menos, una modesta puerta del Sol. Pero siempre hay alguien que da, o al menos lo intenta, el do de pecho. Y este año fue el turno del checo.

El comienzo no distó mucho del de otros años, con buenos resultados en las pistas duras, hasta que llegó Roland Garros. Y fue ahí, donde menos se esperaba del espigado tenista checo, cuando éste empezó a funcionar. Firmó semifinales En Roland Garros cuando tenía la final en el bolsillo, y al siguiente Grand Slam no perdonó la ocasión de convertirse, al menos, en runner-up, cargándose al mismísimo Federer. Nadal le pasó por encima, pero no le importó. Este año Wimbledon tuvo dos ganadores, aunque nadie lo sepa.

Pero hay que saber ganar, y Tomas no supo. Más gigante que nunca, sin nada que perder y un largo trecho de partidos que jugar y en los que confirmar su explosión, volvió a tornarse en molino. 20 partidos para intentar ser el primero de los mortales (excluyendo a los 4 fantásticos), y desastre tras desastre. Un proble balance de 8-12 tras Wimbledon mantiene a Berdych 6º en la ATP, cuando podía haber alcanzado cotas mucho mayores.

¿Conformismo o no tiene más tenis?
Nadie puede saberlo, pues cuando parecía haber devorado al Berdych impuslviso que rompía raquetas y mandaba callar a la grada volvió a fallar. Así que lo mejor será que responda él. Que hable donde debe, en la pista. Y si manda callar, que sea con su tenis.

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